Cuando en 1937 se estrena la casa de modas Balenciaga en París con una tienda en la avenida George V de la capital francesa, su fundador, el vasco Cristóbal Balenciaga, ya llevaba un largo recorrido como modisto de las clases altas españolas. Nacido en 1895 en la pequeña población guipuzcoana de Guetaria, se crio en un hogar humilde y católico. Pescador de profesión, su padre perdió la vida en el mar. Su madre era costurera. Al parecer, ya desde muy niño el que luego sería uno de los referentes de la alta costura parisina soñaba con ser diseñador. Con solo trece añitos recibió un “encargo” de una distinguida dama que veraneaba en su pueblo. Se trataba nada más y nada menos que de una marquesa cuya nieta se convertiría más adelante en la reina Fabiola de Bélgica, y que a partir de ese momento se convertiría en su mecenas.
Esta ilustre señora, que había escuchado en el pueblo que el jovencísimo Cristóbal era un as en la costura, le dio un pedazo de tela y uno de sus vestidos más lujosos, para que él demostrase que podía copiarlo. Reto superado. La marquesa se quedó encantada (y muy sorprendida, imaginamos) con el resultado. El niño se fue transformando en joven, y a los veintipocos se unió a las hermanas Lizaso para fundar su primera etiqueta bajo el nombre de Balenciaga y Lizaso. Después de cinco años y una discusión, el incipiente diseñador se independizó. En 1919 abrió una exclusiva boutique en Donosti a la que llamó Eisa. Pocos años después, la firma se expandió a Barcelona y Madrid, más concretamente a las más altas esferas de la aristocaracia y la realeza española. Pero tras el estallido de la Guerra Civil en 1936, el modisto trasladó a París. Sin perder tiempo, un año después la ropa de Balenciaga se vendía en su nueva tienda en el número 10 de la avenida George V. Había comenzado una nueva etapa.
Balenciaga: La ropa de la high class
Si ya en España la moda para mujer de Balenciaga había causado furor entre la ”gente bien”, su estreno en París lo catapultaría a la fama entre la alta sociedad parisien. Desde los años 40 sus diseños con volúmenes casi impensables y líneas de gran fluidez son deseados por la crème de la crème parisina. Las féminas más acaudaladas de la ciudad de la luz quieren lucir unas prendas que en el momento eran de lo más novedoso y elegante. Unas prendas por las que la mísmísima Coco Chanel llegó a afirmar que Balenciaga ”es el único de nosotros que es verdaderamente un couturier”. O sea, que era o más de lo más como costurero. Y si lo dice Coco...
Moda con arte
Desde sus comienzos en París, la moda femenina de Balenciaga se inspiró en elementos del folclore y cuadros imprescindibles de la pintura española. Se reapropió como nadie de la llamativa chaquetilla de torero y en sus manos la mantilla española pasó a otra dimensión. Además, en esas primeras épocas las referencias pictóricas a Goya, Velázquez o Zuloaga, marcaron gran parte de sus innovadoras y al mismo tiempo tradicionales propuestas. Su gusto por lo folclórico más allá de lo español le llevó a fascinarse por las prendas femeninas más clásicas de Japón. Su actualización del kimono japonés causó absoluta sensación entre las femmes más chic, que también se volvían locas por los detalles con bordados a mano, pedrería y lentejuelas tan característicos de la maison en aquella época.
Vestidos Balenciaga para divas
Entre las clientísimas que vistieron de Balenciaga hay míticas actrices como Ava Gardner, Greta Garbo, Grace Kelly o Audrey Hepburn. La maravillosa Marlene Dietrich llegó a decir que el modisto tenía tan claras sus medidas que nunca le hacía falta retocar ninguna de las piezas que le encargaba. Otras de sus fans fueron la primera dama estadounidense Jackie Kennedy y la antes citada reina Fabiola de Bélgica, para la que el diseñador creó su vestido de boda. Aunque no tan mediática, una de sus admiradoras más fieles fue Rachel L. Mellon, una millonaria estadounidense para la que Balenciaga diseñó una gran cantidad de prendas únicas que ahora se pueden ver en el museo de Guetaria dedicado al maestro.
El padre de la alta costura
A finales de la década de los 60 surgió un nuevo concepto en la moda: el prêt-á-porter. Y aunque el modisto probó esta nueva tendencia con encargos como el diseño de los uniformes de las azafatas de Air France, no era lo suyo. No lo sentía. Él estaba hecho para vestir a las mujeres como divas, como reinas, como musas. De hecho, este encargo fue uno de sus últimos trabajos. En 1968 tomó la decisión de retirarse después de medio siglo innovando, investigando y creando prendas que marcaron un antes y un después en el concepto del mito erótico femenino.
El legado del couturier
Tras el adiós del más grande costurero la firma estuvo inactiva hasta 1986, cuando sus derechos fueron vendidos por los herederos. A partir de aquí la marca fue propiedad de varios grupos de lujo y fueron varios los directores creativos que a través de los años mantuvieron el espíritu tan absolutamente sofisticado de la moda de Balenciaga. Hasta nuestros días las colecciones de esta etiqueta de puro lujo mantienen muchas de las características originales: formas y volúmenes casi escultóricos, la angulosidad en las líneas que en los comienzos fue inspirada por el movimiento cubista y una elegancia marcadamente vanguardista.
Prêt-à-porter para mujeres fuertes
Los nuevos tiempos hicieron imprescindible un cambio en la filosofía de la maison y su acercamiento al prêt-à-porter para seguir conquistando a las mujeres modernas que no solo buscan altas dosis de sofisticación, sino tambián comodidad y un estilo chic más relajado. Para ellas, prendas elegantemente casual para el día a día y accesorios como las glamurosísimas gafas de sol Balenciaga, que completan un look urbano super lujoso que podrás descubrir aquí en Miinto. Y para ellos (Balenciaga hace unos años que también cuenta con una línea de moda masculina), aquí encontrarás lo último en complementos y ropa Balenciaga para hombre. ¡Puro lujo en tu armario!